Es predominante la búsqueda de motivos justificativos del propio proceder evasivo. Alcanza de los casos más toscos y primarios a los más depurados, siempre que falte la aceptación de las debidas exigencias de la realidad.
su profunda raíz está, de ordinario al menos, en el propio sujeto que, o no acepta ser ni aparecer como es ni ser así apreciado por otros, o no empeña valerosamente sus potencialidades para debidamente superarse
PROCESO
En la evasion son designables el fin pretendido, el impulso y motivos para procurarla, y el empleo de medios conducentes De los tres componentes el primero o fin pretendido es claramente advertible por el sujeto al darse cuenta del desagrado, sentido ya o previsto, y del bienestar afectivo perdido o que peligra. La actual tendencia a conjurar el mal no es menos advertida e, igualmente que su brotar, se debe a los hechos que sería penoso acometer; aquí, con todo, entra ya el claroscuro sobre detalles, grados, matices de la situación subjetiva respecto de los motivos.
EXISTENCIAL
Con ámbito humano general, se ha llamado a la e. en el trance de afrontar la muerte. Se reprocha vivamente el rehuir aun su evocación, con la entrega a la frivolidad de lo pasajero. Se ha condenado también como e. por ficción, con nombre de fe, la renuncia a aceptar en la muerte, la total aniquilación o, al menos, la absoluta ignorancia o incertidumbre del futuro; dictamen claramente erróneo ante la reflexión realista intelectual, aun aparte de la enseñanza cierta de la Revelación sobrenatural.
RESULTADO
Es de capital importancia preguntarse el porqué de la e. en su raíz e instancia última, la pretendida autojustificación frente a lo debido esquivado, sobre todo ético. El resultado es el autoengaño. Es evidente, y lo subrayan todos, que en el empleo de estos procedimientos no ha de confundirse lo recto con lo evasivo, sea éste patológico o egoísta. El debido esparcimiento, llamado a veces impropiamente e., la ficción en la inventiva estética, son de plena normalidad y rectitud. La autojustificación por razones objetivas es estricta realidad, no es su deformación; en ésta, por subjetivismo, es patente el contraste entre la clara apreciación de cualquier observador y la ciega terquedad del autoengañado. Igualmente, el afrontar el riesgo ha de ser según las exigencias de la realidad, no del capricho, la temeridad o el desvarío.