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Gran importancia a utilizar el recurso de la familia para que el proceso tenga éxito, pactar un objetivo posible y realista desde la intervención, atendiendo muy de cerca los altos niveles de evidencia expuestos.
Escalas como la COMP y GAS, nos permiten conocer si los objetivos marcados con la familia se cumplen o no.
8 puntos clave, a la hora de valorar la intervención: 1. DISCAPACIDAD (espasticidad y motricidad fina), 2. SALUD GENERAL, 3. CAPACIDAD MOTRIZ GRUESA, 4. MOTRICIDAD FINA DE AUTOCUIDADO, 5. CAPACIDAD DE HABLA Y COMUNICACIÓN, 6. INTEGRACIÓN Y PARTICIPACIÓN, 7. CALIDAD DE VIDA, 8. INTRUMENTOS QUE MEJOREN CALIDAD DE VIDA.
Capacidad de individualizar a los enfermos y proponer el mejor tratamiento.
3. Trabajo sobre la función bimanual según las restricciones, planteando unos objetivos de carácter funcional, así como el establecimiento de programas domésticos para mejorar las actividades motoras y el autocuidado.
6. Cuidado de la presión, para reducir el riesgo de úlceras.
2. Vigilar la cadera, trabajar la integridad de la articulación.
5. Entrenamiento en ejercicios aeróbicos.
8. Manejo de las convulsiones: anticonvulsivos.
1. Trabajar el rango de movimiento del tobillo, de forma que sea capaz de soportar cargas y caminar.
4. Manejo de la espasticidad: BoNT, Diazepam, o rizotomía selectiva dorsal.
7. Bifosfonatos para mejorar la densidad mineral del hueso.