przez Margaux Burton 4 lat temu
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En un sentido metafórico, los números primos son como un virus maléfico que, cuando ataca la mente de un matemático, es muy difícil de erradicar. Euclides, Fermat, Euler, Gauss, Riemann, Ramanujan y una larga lista de los matemáticos de mas renombre de la historia cayeron en sus redes. Algunos consiguieron zafarse de el de manera mas o menos exitosa, pero todos ellos sucumbieron a la obsesión por encontrar la “formula mágica”, una regla de formación que decidiera cual es el numero primo que sigue a un numero cualquiera. Sin embargo, ninguno lo consiguió.
La mayoría de los números tienen lo que podríamos llamar un “buen comportamiento” aritmético: los pares se alternan siempre con los impares, los múltiplos de 3 aparecen siempre cada tres números, los cuadrados perfectos siguen una ley de formación fácil de determinar, y de este modo podríamos confeccionar una larga lista de números que hacen lo que se espera de ellos, no importa lo grandes que sean o donde se encuentren ubicados. Por el contrario, los números primos son un autentico incordio: aparecen donde quieren, sin previo aviso, de una forma aparentemente caótica, y sin seguir ningún tipo de regla. Y lo peor de caso es que no se pueden ignorar: son la esencia de la aritmética y, hasta cierto punto, de toda la matemática.